Luis Días, en compañía de la extraordinaria Patricia Pereyra, en la apertura del concierto “Por amor al Terror”, el pasado mes de abril, en el Palacio de Bellas Artes. Sería su último concierto.

Me dijo la respetada periodista y amiga Ana Mitila Lora, cuando Enriquillo Sánchez puso proa y se marchó con sus versos a otro lado, que nos damos cuenta que nos estamos poniendo viejos cada vez que nos dan la noticia de que un amigo o familiar falleció. A los jóvenes de edad no se les muere nadie. A partir de los 40, hay que tener siempre lista una remúa de pantalón negro y camisa blanca, para asistir a despedir a los allegados que ya se les agotó el tiempo de vida.
Acudir al sepelio de Luis “El Terror” Días es una mezcla de emociones muy fuerte. Porque uno no puede imaginarse a este ser en plan de luto. Sinembargo, es triste porque creo todavía le faltaba mucho que dar. Él no era viejo. Tenía 57 años. Podría decirse que aún tenía tiempo para aportar mucho a la música y la cultura. Yo hubiera esperado un libro, sus memorias. Para mi hubiera sido todo un detalle un disco con sus amigos, cantando sus canciones en una gran producción, con video y toda clase de información, porque a nuestros jóvenes y a las futuras generaciones su legado cultural deberá llegarles con amplitud, sobre todo en tiempos en que la identidad de este pueblo anda como lluvia caida, corriendo por el suelo.
“Socialmente incorrecto” para muchos, vivió como le dio la gana, en una protesta permanente contra el status quo de una sociedad de falsas posturas. Por ello su talento iba entretejido de marihuana y romo, de cueros y amor. Nada material importaba para él. Sólo lo necesario para sobrevivir y para ser solidario. Siempre estaba dispuesto para apoyar causas. A nadie le negaba su mano generosa y sus conocimientos. Su pensamiento social queda como legado indeleble en sus canciones.  El Terror encarnó la sensibilidad del artista comprometido, la rabia del joven postguerra y la genialidad de un creador excepcional. Sus letras extraen la esencia de la dominicanidad, pero igual se crece en una Suite folclórica dominicana de altísima calidad melódica e interpretativa.
Este martes 8 de diciembre Luis Días ha armado su convite para compartir en destino desconocido. Lo ha hecho para sorprendernos a todos. Siempre nos sorprendía. Era una maña de la que no se iba a inhibir ahora. Para los que le admiramos es casi inaceptable pensar que un cuerpo que irradiaba tanta energía, aún cuando ya su pelo se ponía escaso y nebuloso, haya cedido a la debilidad de su corazón.
De todos modos, El Terror se burlará de la muerte cada vez que escuchemos El guardia del arsenal, o Mi guachimán me salvó. Odiaremos la dictadura en Convite. Será eternamente joven cada vez que nos subamos a su Transporte Urbano. Nos recordará que estamos vivos cada vez que nuestros pies y nuestro cuerpo nos reclamen cuando suene Marola o Liborio… o nos mandará a disfrutar nuestro carnaval a ritmo de Baila en la calle.
La última vez que le vi de cerca, fue el pasado mes de abril, el primer día del concierto-homenaje que le organizó Alexis Casado en Bellas Artes. Fui en compañía de mi buen amigo y colega Roberto Severino, quien le admira con devoción. Él había  creado la portada de la revista de ocio Bureo y decidió prepararle un par de camisetas con la ilustración impresa. Era una especie de homenaje particular que mi amigo quiso hacerle al artista. Lo buscamos tras bambalinas, una vez terminado el concierto. No aparecía. Pero Alexis nos lo ubicó y allí, entre guitarras y en penumbras, le encontramos, solo. Le pareció que íbamos a entrevistarle. Pero me le adelanté y le presenté a Seve, y su intención. Con un poco de timidez recibió el obsequio. Le gustó. Bromeamos un instante y desapareció. Solo de lejos volví a verlo en una calle de su Zona Colonial.
Se que tendrás buen viaje, porque siempre supiste que por mucho que uno brinque, salte o patalee, de esta no sale vivo.