Enriquillo, su hija ..., mi hija Yasmill y yo, una tarde en el parque de San Pedro de Macoris, en una de las últimas visitas que hizo el poeta fuera de la ciudad. (Foto José Andrés de Los Santos).
Enriquillo, su hija Mariana y la mía, Yasmill, una tarde en el parque de San Pedro de Macorís, en una de las últimas visitas fuera de la ciudad que hizo el poeta meses antes de que falleciera. (Foto José Andrés de Los Santos).
El presente texto lo he publicado en Listín Diario el pasado 8 de agosto. El 13 de julio en curso se cumplieron 4 años de la partida a destiempo del laureado poeta, narrador y articulista. Este 25 de agosto se cumplen 61 de su nacimiento. En su memoria publicamos un poema y algunos fragmentos inéditos. Los poemas no se habían publicado hasta entonces, y esperamos que se publiquen en un libro próximamente.

Santo Domingo.- Agosto trae el calor, el olor del mar y a Enriquillo Sánchez, el Poeta… y la palabra. Una llamada telefónica a doña Evangelina, la madre, la venerada madre, abre las puertas al Enriquillo vivo, al corazón latente del poeta precoz, y la dulzura de la mujer nos provoca hurgar en las sombras suaves donde habitan los papeles teñidos de palabras por el escritor.

El poeta y escritor Enriquillo Sánchez, en agosto de 1990.

Vamos tras lo desconocido, en busca de un garabato inédito, de un proyecto quizá inconcluso… y entre remembranzas y anécdotas doña Evangelina nos entrega un “pequeño jirón de su alma”, unos manuscritos que el hijo poeta le había confiado hace ya más de dos décadas: un poema dedicado a Christy, su esposa, y un cuaderno que contiene los versos de “El albañil celeste”. Poemas que viven entre la intimidad de las manos amorosas de la madre, que los conserva y los atesora.
Me confía ella el legajo de papeles y corro rápido a transcribirlos, a asesinar el anonimato.

Enriquillo tenía la capacidad de embadurnarse de las cosas simples, manosearlas y convertirlas en poesía, en narraciones hermosas. Para él “cumbanchear”, pasarla en un bar de mala muerte, entre ron y bullicio desenfrenado de parroquianos borrachos, era tan inspirador como leer a Walt Whitman, a Sartre o a Sócrates. Disfrutaba el mar, el mar y su entorno. Comer en la carretera, comer en casa ajena, quizá explorando sabores y olores que eran materia prima de su expresión literaria.
En “Poema de Albertina Rosa” Enriquillo da pinceladas a lo simple, al entorno marino y al espacio lúdico íntimo del hogar. Canta su amor y su pasión. Expresa la plenitud del amor maduro, conquistado, pero apreciado en su justa dimensión.
En cambio, en “El albañil celeste” el poeta trasciende la realidad y se sumerge en una maraña espiritual, en el surrealismo y la magia; se transmuta por lo Divino, por el Supremo con nuevos Mandamientos; abre veredas hasta ahora desconocidas para llegar a niveles más altos de convivencia con la naturaleza de Dios.

Poema de Albertina Rosa

(para Christy De los Santos, que comprende a Albertina,
y que con ella olvida, sobre el lomo de un pagaré vencido,
el tonto, loquísimo juego del mar a la ternura y los garabatos,
y la cabrilleante, la cabrilleante… Porque la ternura cabrillea,
cabrilleemos…

Porque los cabrilleantes garabatean,
garabateemos…
Porque el mar, porque el mar, porque el mar…
A Christi De los Santos)

Me ensucian tus ojos de llovizna de pez
y te ensucia mi voz con sus cedros de otoño,
guerrillera, guerrillera,
y estamos sucios los dos en la herida marina
del dulce sucio borracho de un perro o de un ángel
que nos enchumban de estrellas de música o azogue
donde muerde el espejo con su cencerro lento.

Estamos sucios, amor, en la llovizna dormida.
Lavamos la lengua con un agua callada.
Al alba, en los puertos, desnudamos pañuelos.
Al alba, en los puertos, desnudamos medusas.
Pañuelo desnudo, guerrillera: que baila en tus medusas.

Me has dado lo que tienes y lo que no tienes.
He derrotado a todos sin derrotar a nadie.

Quiero tu hambre, tus uñas.
Quiero tus pájaros de frío.
Quiero tu saliva, tus sandalias.
Quiero tu noche, tu aliento lácteo.
Quiero tu guitarra, tus islas, tus gendarmes.
Quiero tu boca y el olvido.
Quiero la nieve con que escribes la palabra arrecife.
Quiero cementerios y gacelas.
Quiero tus canciones si tu cintura canta.
Quiero morir donde nacen tus ojos,
maestra de la lluvia y de la harina.

Quiero morir donde nacen tus ojos, enemiga.
A dentelladas. A peces. A cocuyos.

Que diga tu boca lo que no dijo la música,
que digan tus manos lo que no dijo el otoño,
que diga yo en tu vientre lo que no dijo la tierra,
y que nos vayamos los dos, por ahí, camino de nosotros,
camino de la oruga,
con dos flautas de millo en la brisa mojada.

Después, despiértame.
Despiértame, guerrillera.
Despiértame de tus ojos.
Y cuéntame los sueños.

Santo Domingo, Viernes 13 de septiembre de 1985

El albañil celeste [fragmentos]

Ama

Porque compites con todos, no compites con nadie.

Compites con la rosa y su fulgor en la penumbra del aljibe.
Compites con un coleóptero en el rastro centelleante del firmamento.
Compites con un trébol que duerme como una canción de febrero en el camino.

Ni siquiera tienes que perdonar.
Nada ha ocurrido
–nada ocurre, nada ocurrirá–
que tengas alguna vez que perdonar.

La vida siempre tienen sentido
y perdonar es admitir que en alguna ocasión no lo tuvo.

Apura la miel que hacen las abejas
y el acíbar que hacen los hombres a su paso por el mundo.

Son la misma dulce cosa,
Si es que aprendes a saborear con delectación
la amable torpeza de un hermano.

Dedica tus mayores fuerzas a la furiosa cacería del amor.
Inscríbete en el mágico rumor de las esferas.

Sufre y baila

Nadie lleva las cuentas del miedo.
Nadie lleva las cuentas del júbilo.
El dolor duerme en la misma habitación de la alegría.

Mueres para resucitar y naces para morir.

Estamos todo el tiempo muriendo
para nacer todo el tiempo
en las orillas unánimes del relámpago.

Relámpago sus ojos.
Relámpago la aurora.
Relámpago la muerte.

Vives constelado de fósforo y sentido.
Hay música más allá de la música
y fuego más allá del fuego,
allí donde la rosa se desnuda
y un pájaro duerme entre tus manos.

No lo leas

Deja tu destino para el último momento
y celebra cada instante incierto de la vida
como si fuera el último y el único de todos los instantes.

Ser sabio no es un peso ni una ventaja.

La sabiduría es la obra de una coherencia,
sin duda porque estás ocupado fluyendo con los astros.

La sabiduría es una empresa de fraternidad con el rocío.

Respeta el orden que te constituye.

Comulga

Comulga con el trigo y los donceles,
Comulga con la noche y las doncellas.

La comunión es una fiesta.
El universo es comunión permanente.

Que comulgue el firmamento con la tierra
y que comulgue el río con los astros.

Vivir en comunión
es el único secreto del que puedes ufanarte.

Autoriza el milagro

Ve por la vida
con una parte de ti en la tierra
y otra parte de ti en los astros.

Espera cada día las buenas noticias de la Creación.

Son noticias de pez
que duerme en los aposentos de la lluvia
y noticias de golondrina
que besa en el viento la piel maravillosa del verano.

Sal al estallido de Dios
o al estallido de la verdad
o al estallido pequeño del amor,
que camina de puntillas por sus labios.